Después de haber perdido contacto durante varios años, sin planearlo nos reencontramos, sin pensar lo que el perder/ganar una apuesta y aceptar una cita iba a ocasionar.

Una cita que empezó con un viaje al Valle, llegamos a un viñedo a las 12:00 P.M. y no salimos hasta que cerraron. Entre plática, aperitivos, tragos y risas nuestros libros de la vida individual se abrieron mutuamente para el otro.

Pasó el tiempo de una manera inesperada, tan así que nos terminaron corriendo de aquel lugar porque ya era hora de cerrar. Sin querer nos habían dado las 12:00 A.M. y desde aquel entonces no ha habido día que no nos digamos como mínimo un ¡Buenos días! ¿Ya comiste? Ya estoy de regreso en casa y las ¡Buenas noches! que no pueden faltar. Pero sobre todo el viajar cada fin de semana más de 140 kilómetros para vernos.

Aquella primera cita dio inicio al comienzo de nuestra conexión hecha realidad en el momento y tiempo de madurez individual adecuado, trayendo consigo un final y un inicio… el final de nuestros libros individuales y el inicio de nuestro libro como pareja.